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Nada.
Absolutamente nada.
No le prestamos atención. Nosotros los hombres nos miramos al espejo pocas veces al día y créeme que en lo último que nos fijamos es en nuestras pestañas.
No sabemos ni para que las tenemos en nuestro rostro. De hecho, apostaría que el tiempo total que un hombre ha dedicado a mirar sus pestañas en toda su vida equivale al tiempo que tarda un caracol en cruzar la calle, ¡y con tráfico!
Y, ¿sabes qué? Si le preguntas a un tío si sabía que las pestañas se caen y vuelven a crecer, te dirá que estás hablando en chino. ¡Yo mismo pensé lo mismo, jaja!
Sin embargo, cuando tu te rizas las pestañas, te aplicas Rímel o te pones extensiones de pestañas, la cosa cambia. Es imposible no notarlo.
No podemos dejar de mirarte, mejor dicho: de admirarte. Cuando te pones pestañas es otro nivel. Tu mirada habla, nos dice “¿que puedo hacer por ti?”, nos dice: “Aquí mando yo”, nos cautiva tu mirada, nos hipnotiza y nos hace sentir afortunados de poder admirar esa expresión tan única que solo tú puedes ofrecer.
Es como si cada parpadeo contara una historia, y estamos encantados de ser parte de ella.
¡Te lo juro! ¿No me crees? Haz la prueba:
- Ponte pestañas. Te dejo el enlace aquí para que puedas agendar una cita
- Luego observa cómo te miran los chicos
- Te aseguro que vas a dejarlos boquiabiertos.
Hazlo y me cuentas.
Te veo en el Beauty.